La luna estaba en mi ventana, la mire tímida, su esplendor sigue siendo tan único... me acompaño toda la noche, intentando acurrucar mis sueños desordenados de razones, era lógico que al despertar estuviese ahí, con sus enormes brazos y su tenue calor. Me mostró una noche fría y llena de temores, no dejó ningun rastro de maldad, como siempre sus intenciones son como caricias dolorosas. Cuando desperté logré percatarme de que era lo que quería y sin más palabras dejó una rosa en mi almohada.
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